Para mí, unos de los mejores arquitectos que haya existido.
Aunque al genial arquitecto se le relaciona prácticamente con Barcelona , resulta que su primera obra no está en esta ciudad, sino en Comillas (Cantabria). Es conocida como el capricho de Gaudí, y se realizó en 1885. Fue encargo de Máximo Díaz de Quijano, un amiguete que hizo las Américas, se forró y se volvió a España a vivir la vida, siendo cuñado del marqués de Comillas por aquel entonces.
Junto a este edificio está la capilla-panteón de los marqueses de Comillas, os lo recomiendo.
No voy a perderme en detalles. Creo que con que veáis las fotos veréis el parecido de los detalles con los que poseen las construcciones del Park Güell, entre otras. Eso sí, os recomiendo visitar el desván de la casa, un tipo de estancia que le debía molar mucho a Gaudí, porque también encontramos fantásticos desvanes en la Pedrera y la casa Batlló.
Pero Gaudí siguió un poco más allá de Cantabria, concretamente a León, donde podemos admirar dos pedazo de obras:
La primera le sonará mucho a los peregrinos del Camino de Santiago, se trata del Palacio Episcopal de Astorga. Tardo en construirse unos 25 años (1889-1915), ¿qué quereis que os diga? Este hombre le dio pistas a Disney para hacer sus famosos castillos. Visita obligada para todo aquel que pase un rato en Astorga, una vez que uno se adentra en este edificio se transporta a otra época. Ojo!, que en Astorga hay más cosas para ver: el museo del Chocolate, la Catedral, los maragatos dando la hora en el reloj del Ayuntamiento, los mosaicos romanos, y por supuesto, no os vayáis sin comeros un cocido maragato, y si os quedan ganas (va a ser que no), unos mantecados.
La segunda, la casa Botines de León. No, no pertenece a la familia del presi del Banco Santander. El edificio se empezó a construir allá por el 1892, aprovechando que Gaudí estaba liado en Astorga. Tiene estilo neogótico, con un aspecto medieval fascinante, destacando la puerta lobulada de entrada y a San Jorge luchando con el dragón.
Frente a este edificio hay una estatua del genial arquitecto, y yo no me resistí.
No se me enfaden los de León, por supuesto, hay que visitar también la catedral, que quita el hipo, y pararse en cualquier bar, tasca o restaurante a comerse un buen plato de cecina.
¿No parece mal plan, verdad?